Trump dice que vale la pena enfrentar el costo de la recesión, pero los economistas discrepan
Los presidentes suelen hacer todo lo posible por evitar las recesiones, hasta el punto de que evitan incluso pronunciar la palabra.
Pero el presidente Donald Trump y sus asesores han ofrecido en las últimas semanas un mensaje muy diferente. Sí, una recesión es posible, han dicho. Quizá una no estaría tan mal.
Howard Lutnick, secretario de Comercio, ha dicho que las políticas de Trump “valen la pena” aunque provoquen una recesión. Scott Bessent, secretario del Tesoro, ha dicho que la economía puede necesitar un “periodo de desintoxicación” tras hacerse dependiente del gasto público. Y Trump ha dicho que habrá un “periodo de transición” cuando sus políticas entren en vigor.
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En parte, estos comentarios pueden reflejar un esfuerzo por alinear las declaraciones políticas con la realidad económica. Trump prometió acabar con la inflación “desde el primer día” y declaró, en su discurso de investidura, que “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”.
En lugar de ello, la inflación se ha mantenido firme, y aunque Trump lleva menos de dos meses en el cargo, los economistas advierten de que es probable que sus aranceles la empeoren. Las medidas de confianza de los consumidores y las empresas han caído en picado y los precios de las acciones se han desplomado, lo cual es atribuible en gran parte a las políticas de Trump y a la incertidumbre que han provocado.
“Es el tipo de lenguaje que utilizas cuando tu política no va bien y puedes ver que está perjudicando activamente a la gente”, dijo Sean Vanatta, historiador financiero de la Universidad de Glasgow, en Escocia.
El gobierno de Trump y sus partidarios sostienen que sus objetivos van más allá de los mensajes políticos. Afirman que pretenden reducir las importaciones, recuperar los puestos de trabajo en el sector manufacturero y “reindustrializar” la economía estadounidense. Incluso si hacerlo requiere precios más altos a corto plazo, argumentan, los trabajadores estadounidenses saldrán ganando al final.
“La compensación del dolor a corto plazo por la ganancia a largo plazo puede ser muy real y algo importante que hay que perseguir”, dijo Oren Cass, fundador de American Compass, una organización de investigación conservadora que ha respaldado muchas de las políticas económicas de Trump. “En realidad, es increíblemente alentador ver que podemos tener algunos líderes políticos dispuestos a hablar honestamente de ello”.
Pero incluso Cass se mostró crítico con el enfoque intermitente del gobierno respecto a los aranceles, que dijo que podía socavar la eficacia de dicha política.
El presidente Donald Trump ha dicho que habrá un “periodo de transición” mientras sus políticas entran en vigor.Credit…Tierney L. Cross para The New York Times
Y aunque muchos economistas simpatizan con la idea de que los presidentes a veces deben causar dificultades temporales en la búsqueda de objetivos a largo plazo, pocos están dispuestos a defender el conjunto específico de políticas que está adoptando el gobierno de Trump.
“La idea del dolor a corto plazo para obtener beneficios a largo plazo no es una idea descabellada en sí misma”, dijo Greg Mankiw, un economista de Harvard que fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George Bush. Pero las políticas comerciales de Trump, dijo, son “dolor a corto plazo para obtener más dolor a largo plazo”.
Guerras comerciales, aranceles y precios
Una forma de dolor a corto plazo que Trump y sus ayudantes han reconocido es que los aranceles elevarán el precio de los bienes importados. Bessent lo ha enmarcado como un paso necesario, aunque difícil, para desenganchar a la economía estadounidense de los productos extranjeros baratos, sobre todo los procedentes de China.
“El sueño americano no depende de las chucherías baratas de China”, dijo Bessent el domingo en Meet the Press. “Es más que eso. Y nos centramos en la asequibilidad, pero son las hipotecas, son los coches, son las ganancias salariales reales”.
Sin embargo, la mayoría de los economistas rechazan la idea de que la reducción de las importaciones vaya a dejar a los estadounidenses en una mejor situación general. Reconocen que la competencia de los productores extranjeros de menor costo ha perjudicado a algunas industrias estadounidenses, pero ha hecho a los estadounidenses más ricos en promedio: los precios más bajos son en realidad un aumento salarial, lo cual deja a los consumidores más dinero para gastar en bienes y servicios.
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Pero incluso si el objetivo es reducir las importaciones, los economistas afirman que unos aranceles generalizados como los que Trump ha amenazado e impuesto serán ineficaces. Esto se debe a que los aranceles no solo afectan los bienes de consumo, sino también las piezas y materiales que los fabricantes estadounidenses utilizan para fabricar sus productos, lo cual los encarece tanto para los consumidores nacionales como para los extranjeros.
“Si su objetivo es la reindustrialización, creo que se darán cuenta de que en realidad los aranceles los hacen retroceder”, dijo Kimberly Clausing, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles, quien trabajó en el Departamento del Tesoro durante el gobierno de Joe Biden. “Fabricar cosas en Estados Unidos es mucho más difícil cuando todos los insumos son más caros”.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha enmarcado el dolor a corto plazo de los aranceles como un paso necesario, aunque difícil, para desenganchar a la economía estadounidense de los productos extranjeros baratos.Credit…Doug Mills/The New York Times
En los últimos años, algunos economistas se han mostrado más escépticos respecto a la ortodoxia de su profesión sobre el libre comercio. David Autor, economista del MIT, ha llevado a cabo una influyente investigación en la que ha descubierto que la avalancha de productos baratos procedentes de China a partir del año 2000 provocó la rápida destrucción de puestos de trabajo en el sector manufacturero estadounidense, dejando a muchos trabajadores y comunidades en peor situación a largo plazo, un episodio que se conoce como el “choque chino”.
Pero los aranceles actuales no pueden revertir un choque que se produjo hace décadas, dijo Autor, además, en cualquier caso, no tiene mucho sentido intentar recuperar las fábricas textiles y de muebles de gran consumo que el choque chino eliminó.
En su lugar, dijo Autor, los legisladores deberían centrarse en preservar y reforzar las industrias manufactureras de mayor valor que impulsan la innovación. Los aranceles pueden formar parte de esa estrategia, dijo, pero deben centrarse en sectores específicos y combinarse con subvenciones para fomentar la inversión. El gobierno de Biden siguió esa estrategia con leyes que promovían la inversión en la fabricación de semiconductores y la energía verde, pero Trump, de momento, la ha abandonado.
“No puede ser solo una historia de aranceles”, dijo Autor. “Tiene que haber inversión”.
Déficit y gasto
Los economistas son más comprensivos con otro de los argumentos de Bessent: que la economía se ha vuelto demasiado dependiente del gasto público.
Economistas de todo el espectro político coinciden en que el gobierno no debería incurrir en déficits multimillonarios durante un periodo de bajo desempleo, cuando los ingresos fiscales son normalmente elevados y el gasto público no es necesario para estimular el crecimiento. Recortar el déficit ahora puede ser difícil —al requerir recortes del gasto y subidas de impuestos—, pero esperar hasta que el déficit se convierta en una crisis lo sería mucho más.
“Cuanto más esperemos, mayor será el dolor”, dijo Alan Auerbach, economista de la Universidad de California en Berkeley, quien lleva décadas estudiando el presupuesto federal.
El problema, según Auerbach y otros economistas, es que nada de lo que ha propuesto el gobierno de Trump haría mella significativa en el déficit. El Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk ha recortado puestos de trabajo y cerrado programas, pero esos esfuerzos solo afectan a una pequeña fracción del presupuesto federal.
Los republicanos del Congreso, en el marco presupuestario que aprobaron el mes pasado, propusieron recortes más sustanciales dirigiéndose a un programa importante, Medicaid. Pero en lugar de acompañar esos recortes con subidas de impuestos, el plan republicano prorrogaría los recortes fiscales de Trump de 2017, lo que en última instancia supondría un enorme aumento del déficit.
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Los recortes fiscales de 2017 beneficiaron de manera desproporcionada a los hogares con mayores ingresos, según la mayoría de los análisis independientes. Los recortes en Medicaid perjudicarían de forma abrumadora a las familias con ingresos bajos y moderados, al igual que los recortes en otros servicios gubernamentales. Asimismo, los aranceles suelen ser más duros para los hogares más pobres, que gastan una mayor parte de sus ingresos en alimentos, ropa y otros bienes importados.
En otras palabras, el dolor a corto plazo creado por las políticas del gobierno podría recaer más duramente sobre los estadounidenses con bajos ingresos, muchos de los cuales votaron por Trump con la esperanza de mejorar su situación económica.
“Es realmente difícil ver cómo los votantes de Trump saldrían ganando”, dijo Clausing, exfuncionario del Tesoro. “Los precios van a ser más altos, las alteraciones van a ser mayores y la red de seguridad va a sufrir recortes”.
Incluso algunos defensores de las políticas de Trump, como Cass, dicen que recortar prestaciones para pagar los recortes fiscales va en contra del objetivo declarado del gobierno de restaurar la clase media.
“La parte fiscal de esto es definitivamente un factor confuso”, dijo.
Además, una recesión sería especialmente dura para los trabajadores con salarios más bajos y menos formados, quienes son desproporcionadamente negros e hispanos, dijo Jessica Fulton, vicepresidenta de política del Centro Conjunto de Estudios Políticos y Económicos, una organización de investigación centrada en cuestiones que afectan a las personas estadounidenses negras.
E incluso si una recesión dura poco, el daño podría no serlo. La investigación económica ha demostrado que las personas que pierden su empleo en una recesión, o que se gradúan de la escuela en una, pueden sufrir consecuencias profesionales a largo plazo.
“Hablar de causar un daño temporal ignora el hecho de que la gente sentirá los resultados de las decisiones que tome este gobierno durante años”, dijo Fulton.
Ben Casselman es el corresponsal principal de economía para el Times. Lleva casi 20 años informando sobre economía. Más de Ben Casselman