Crisis global: la pobreza y la violencia aumentan en el siglo XXI
Los procesos que marcan el inicio del primer cuarto de siglo devienen de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y el panorama actual, marcado por el acelerado crecimiento tecnológico y las consecuencias del cambio climático en todo el planeta. Así explica su visión de estos tiempos el historiador y doctor en Sociología Edeliberto Cifuentes, quien retoma para sí mismo la frase acuñada por el escritor uruguayo Mario Benedetti: “Un pesimista es solo un optimista bien informado”.
¿Cómo empezamos el siglo XXI en el mundo?
En historia se ven los procesos, que no responden al cambio de fechas, sino que son procesos que vienen de períodos anteriores y su alcance puede ir más allá del siglo. Los tiempos sociales e históricos son múltiples, y estamos ahora en un tiempo que tiene existencia desde la Segunda Guerra Mundial, en el que se han perfilado distintos procesos y hechos; por ejemplo, en la posguerra se estableció un orden mundial bajo la hegemonía de EE. UU. y la diferenciación en ese orden mundial entre EE. UU. y la Unión Soviética. Posteriormente, con la caída del muro de Berlín (1989), que se ha interpretado como el fracaso del Socialismo Real, y en 1991, con la implosión de la Unión Soviética, se muestra que la economía de esos países ya era de mercado; sin embargo, algunos llegan a decir que la historia ha terminado y solo es posible seguir a partir del liberalismo. Pero no ha sido cierto, porque dentro de la misma existencia de la economía de mercado empiezan a despuntar otras economías fuertes, como la de China, que es una economía de mercado dirigida por el Estado.
Más adelante, en 2008, se tiene la primera gran crisis financiera en EE. UU., que parte de una burbuja inmobiliaria. Mientras tanto, China va en otra dirección, haciendo inversiones en infraestructura y tecnología. Esta crisis es clave porque evidencia la ruptura de la economía estadounidense y la fuerte presencia emergente de la economía china.
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¿Considera que los avances tecnológicos son los que marcan estos años?
Hay dos actores importantes que aparecen claramente en estos últimos 25 años: el desarrollo tecnológico desmesurado, pero que no se aplica desde una perspectiva productiva; es decir, que no se incorpora a los procesos de producción de manera generalizada, salvo el caso de China, que realiza una fuerte inversión tecnológica en su industria. Los desarrollos tecnológicos no se aplican en todos los sectores económicos, y eso crea efectos terribles que se expresan en la desigualdad mundial.
El segundo factor es el cambio climático. Se tienen expectativas basadas en investigaciones y estudios concretos de que, para la segunda mitad del siglo XXI, una tercera parte del mundo estará desértica. Este año está el caso más reciente de incendios en Los Ángeles, y tenemos también las altas temperaturas en el país.
¿Qué impactos tienen estos dos factores?
A nivel mundial se ve un aumento de la pobreza, de la inseguridad alimentaria y la desnutrición. Hay indicadores que muestran la falta de atención a la población y, en Guatemala, constantemente vemos publicaciones respecto de la desnutrición. Existe hambre y miseria en buena parte del mundo, y la población pobre en Guatemala está cerca del 56%. Se llegó a decir en un momento, que éramos el país más pobre de América Latina. Entonces, hay una tendencia mundial al deterioro de la condición humana, incluso de la capacidad cognitiva para el desarrollo del pensamiento crítico.
En Guatemala no existe investigación social y el aporte de los centros de investigación técnica son limitados, están a nivel de funcionamiento. A pesar de que existen 16 universidades, en su mayoría están dedicadas a “titular” no a la profesionalización.
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¿Con estas condiciones se profundizan las brechas en el uso y generación de tecnologías?
La producción de tecnología es privada a nivel mundial. Esto determina que solo se llega a generalizar si es un negocio, porque está en manos de los grandes poderes tecnológicos globales. En Guatemala se tiene capacidad productiva, por su fuerza de trabajo, mientras que se carece de inversiones industriales y destinadas a todos los niveles educativos.
¿Percibe que existan cambios para revertir esa tendencia?
No soy del todo optimista, y percibo que hay un recrudecimiento de la violencia, la pobreza y la mala calidad de los servicios públicos. No se trata de que un gobierno o una persona cambien la situación, porque hay una estructura de poder que se beneficia de la corrupción.
Las tendencias de largo plazo que vienen del siglo pasado se están profundizando, y las de mediano plazo tienden a recrear una crisis, y eso se ve en la situación de EE. UU., y el efecto es contrario. Yo no tengo una visión optimista para 2025, pero, como dijo el escritor, “un pesimista es un optimista bien informado”. Como historiador veo que las tendencias no van hacia un entorno más humano, de tranquilidad.